Unidad 2: El siglo XIX: Las Revoluciones Burguesas
Art. 1: Los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos. Las distinciones sociales sólo pueden fundarse en la utilidad común.
Art. 2: La finalidad de cualquier asociación política es la protección de los derechos naturales e imprescriptibles del Hombre. Tales derechos son la libertad, la propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión.
Art. 3: El principio de toda Soberanía reside esencialmente en la Nación. Ningún cuerpo ni ningún individuo pueden ejercer autoridad alguna que no emane expresamente de ella.
Art. 4: La libertad consiste en poder hacer todo lo que no perjudique a los demás. [...]
Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano, proclamados por la Asamblea Nacional Francesa el 26 de agosto de 1789
1) La Revolución Americana: el nacimiento de los Estados Unidos de América
Las ideas ilustradas cruzaron el Atlántico y alumbraron a una serie de pensadores que habitaban en las colonias inglesas del norte. Estos hombres, conocidos como los “Padres Fundadores” fueron los inspiradores de la independencia. Thomas Jefferson, Benjamin Franklin o George Washington eran algunos de ellos.
En Norteamérica existían 13 colonias británicas, prósperas y ricas en recursos. La relación con la metrópolis no era buena: en Inglaterra las colonias no tenían representación parlamentaria y, sin embargo, tenían que pagar numerosos impuestos, ya que eran provincias ricas y la corona se había empobrecido con la Guerra de los Siete Años (1756-1763). El lema de los norteamericanos era No taxation without representation (No pagaremos impuestos si no hay representación parlamentaria). La tensión entre el rey Jorge III y las colonias creció hasta el punto de que estalló la Guerra de Independencia (1775-1783). El 4 de julio de 1776 fue declarada la independencia en la ciudad de Filadelfia.
La guerra fue ganada por las trece colonias -con ayuda de Francia y España, enemigos de Inglaterra- y así nació Estados Unidos, que se constituyó como una democracia desde sus orígenes, basada en el liberalismo político según las ideas ilustradas, especialmente las de John Locke. La constitución del nuevo país se promulgó en 1787 y, en 1789, George Washington fue nombrado primer presidente. Desde su nacimiento hasta hoy, EE. UU. ha sido una república democrática, aunque se construye, en gran medida, sobre mano de obra esclava.
Una vez conseguida la independencia, comenzó la conquista del oeste: impulsados por Thomas Jefferson, uno de los padres fundadores y tercer presidente de la unión, que no quería que las potencias europeas se le adelantasen, el recién nacido país se extendió hacia el inhóspito oeste. Estas nuevas tierras se conquistaron bien por compra, bien por la guerra. Las grandes víctimas fueron los indios nativos norteamericanos, que murieron por cientos de miles y cuyos supervivientes fueron desplazados a vivir en reservas.
2) La Revolución Francesa (1789-1799)
La Revolución Francesa, que tuvo lugar entre 1789 y 1799, fue un acontecimiento crucial que marcó un hito en la historia mundial. Constituye el final del Antiguo Régimen en Francia e influyó decisivamente para que acabase en el resto de Europa.
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Causas Sociales y Económicas:
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Francia estaba en un pésimo momento económico: habían gastado mucho dinero ayudando a las 13 colonias norteamericanas a independizarse, las cosechas eran malas y, sin embargo, la vida en la corte seguía siendo fastuosa.
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La sociedad francesa estaba dividida en tres estamentos (clero, nobleza y el Tercer Estado, que incluía a la burguesía, artesanos, campesinos y todo el que no perteneciera al clero o a la nobleza). La carga fiscal recaía principalmente sobre el Tercer Estado, lo que generó resentimiento. Además, las ideas ilustradas sobre derechos individuales y la crítica a la monarquía absoluta influyeron en el pensamiento de la época.
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Convocatoria de los Estados Generales (1789):
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Ante la crisis financiera, el rey Luis XVI convocó a los Estados Generales, un parlamento con los tres estados, para ver la manera de subir los impuestos e incluso de hacer que la nobleza los pagase. Tras algunas sesiones, el Tercer Estado se sintió ninguneado y abandonaron los Estados Generales para formar su propia reunión: la Asamblea Nacional.
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La Toma de la Bastilla (14 de julio de 1789):
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La Asamblea Nacional, que representaba a la burguesía y al pueblo, se enfrentó al rey y a la aristocracia. La toma de la Bastilla, una prisión donde se almacenaban armas y pólvora, marcó el inicio de la revuelta popular y simboliza el inicio de la Revolución Francesa.
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Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (1789):
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La Asamblea Nacional proclamó la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, estableciendo principios de igualdad, libertad y fraternidad como fundamentales.
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Reformas y cambios políticos:
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Se llevaron a cabo reformas que abolieron los privilegios feudales, confiscaron bienes de la iglesia y reorganizaron la estructura política. La monarquía fue abolida y se estableció la Primera República en 1792. Estos cambios fueron llevados a cabo por dos partidos políticos republicanos: los girondinos, moderados, y los jacobinos, radicales. En enero de 1793, el rey Luis XVI, quien, al principio de la Revolución se comprometió a ayudar al pueblo y a aceptar una constitución, fue ejecutado acusado de traición al pueblo francés por pedir ayuda a otros países para que acabasen con los revolucionarios.
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Los países europeos donde había monarquía tenían miedo de que la revolución se extendiese también a sus reinos y se unieron en una coalición para derrotar a los revolucionarios franceses. Los conflictos subsiguientes entre estos países y Francia (1792-1815) se conocen como Guerras de Coalición.
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El Terror (1793-1794):
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Bajo el liderazgo del Comité de Salvación Pública y el jacobino Maximilien Robespierre, se llevó a cabo el período conocido como "el Terror". Hubo ejecuciones masivas, cualquier sospechoso de ser antijacobino podía ser guillotinado. Finalmente, los franceses se hartaron de vivir aterrorizados y se unieron para derrotar a Robespierre, que fue posteriormente muerto en la guillotina en 1794.
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El Directorio (1795-1799):
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Después del Terror, Francia pasó por un período de gobierno llamado Directorio, de carácter moderado y que compuesto de cinco miembros para evitar la concentración de demasiado poder en una sola persona. Sin embargo, el Directorio no fue capaz de acabar con los problemas políticos y económicos de Francia.
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Ascenso de Napoleón Bonaparte (1799):
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La Revolución Francesa culminó con el golpe de Estado liderado por Napoleón Bonaparte, un general corso que había logrado fama en las Guerras de Coalición, en 1799. Napoleón se convirtió en Primer Cónsul y posteriormente en Emperador, consolidando sus propias reformas y marcando el fin de la Revolución.
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La Revolución Francesa dejó un legado duradero, estableciendo principios fundamentales de derechos humanos y ciudadanos, aunque también estuvo marcada por la violencia y la inestabilidad política. Su impacto se sintió no solo en Francia, sino también en todo el mundo, inspirando movimientos revolucionarios y cambios políticos.
3) Napoleón (1799-1815)
3.1) Ascenso al poder
El Directorio emprendió guerras para expandir el territorio francés y hacerse así con recursos económicos, de ahí la conquista del norte de Italia, pero no pudo frenar la crisis interna y, además, estaban perdiendo batallas contra la Coalición.
Napoleón era un general que había ganado importantes batallas contra la Coalición y fue el artífice de la invasión de Italia. Su tropa de le adoraba, e incluso entre los civiles gozaba de buena fama.
En 1799, Sieyès y Ducos, dos de los cinco miembros del Directorio, entraron en contacto con Napoleón y le propusieron dar un golpe de estado para salvar la Revolución. Este alzamiento tuvo lugar el 9 de noviembre (18 de brumario en el calendario revolucionario, de ahí que muchas veces se nombre al golpe con esta fecha). Napoleón fue nombrado primer cónsul, es decir, se convirtió en el nuevo líder de la República Francesa.
Pronto se vio que Napoleón iba a ser una figura autoritaria y dictatorial: declaró finalizada la Revolución e instituyó un Código Civil que, si bien introducía ciertas medidas liberales. No obstante, contaba con el apoyo popular, pues era visto como el salvador de Francia.
3.2) Emperador
Convencido de su papel mesiánico, en 1804 se autoproclamó Emperador de los Franceses y comenzó a liderar campañas militares expansivas con su Grande Armée, conquistando sucesivamente Países Bajos, la Confederación Germánica -el SIRG fue disuelto por su último emperador, Francisco II, no quiso que la corona imperial fuese usurpada por Napoleón-, Italia, Prusia, España y Polonia.
Su gran enemigo fue Inglaterra. Como vio que no podía vencer a la armada inglesa (derrota naval en Trafalgar, 1805), decidió aislarla mediante un bloqueo continental. Esta táctica tampoco funcionó, pues Portugal se negó a aplicar este bloqueo contra su aliado, Inglaterra, y Napoleón procedió a la invasión del país luso. Esto fue, también, la causa de su entrada en España, en principio como aliado y, poco después, como invasor.
1812 fue un punto de inflexión: en España pierde la casi definitiva batalla de Arapiles y el intento de invasión de Rusia se saldó con una rotunda derrota y la pérdida de la mayor parte de su ejército: de 647000 soldados solo volvieron 58000.
Un apunte relacionado con España: las provincias hispanoamericanas aprovecharon que la España peninsular estaba combatiendo a Napoleón para declarar su independencia con poca oposición, ya que la mayoría de soldados estaban en la guerra contra Francia. Entre 1810 y 1828, España perdió casi todas sus posesiones en América.
3.3) Caída y Exilio:
En 1813, la Sexta Coalición (Gran Bretaña, Austria, Prusia, Rusia, Suecia y España) le vence en Leipzig y se ve obligado abdicar. Luis XVIII, hermano de Luis XVI, sube al trono y envía a Napoleón al destierro a la isla de Elba, cerca de la costa de Italia.
Luis XVIII quiso volver al absolutismo y gran parte de su pueblo y del ejército se le puso en contra. Esto fue aprovechado por Napoleón para reunir a un grupo de soldados fieles y volver a Francia, donde fue acogido con júbilo por los oficiales del ejército. Volvió a ser emperador de Francia, pero solo entre marzo y julio de 1815 ("El Imperio de los Cien Días"), pues se formó una Séptima Coalición para luchar contra él y fue definitivamente derrotado en Waterloo (18 de junio de 1815). Napoleón volvió a ser desterrado, pero esta vez a la isla de Santa Elena, en mitad del Atlántico. Allí moriría en 1821.
4) Restauración, liberalismo, nacionalismo
Ha caído Napoleón y todos los países que invadió han recuperado su independencia, todo parece volver a la normalidad... ¿o no?
La realidad es mucho más engorrosa: por un lado, hay una gran masa social que quiere volver a la monarquía absoluta, pues se han cansado de revoluciones y napoleones. Esto es apoyado por la realeza y la nobleza de Europa, claro está. Por otro lado, hay quien defiende las monarquías parlamentarias y las libertades del individuo (liberales) y otros que defienden la unificación de territorios que hablen la misma lengua y tengan características culturales similares, son los nacionalistas. Estos pueden ser tanto absolutistas como liberales. Todo se complica.
4.1) La Restauración del absolutismo
Los monarcas europeos, acostumbrados a siglos de guerra entre ellos, se dan cuenta de una cosa: si quieren mantener su poder, deben permanecer unidos. De esta manera, renuncian a las guerras y deciden que, si surge algún conflicto entre las naciones, lo arreglarán reuniéndose y hablando en un congreso, pero sin violencia. Por eso, a esta época también se la conoce como la Europa de los Congresos. El Antiguo Régimen se resiste a morir.
El congreso más importante tuvo lugar en Viena en 1815. Allí se reunieron los gobernantes y embajadores de los países que habían vencido a Napoleón en Waterloo (Rusia, Prusia, Reino Unido y Austria) e invitaron a Francia, pues había vuelto al absolutismo en la persona de Luis XVIII. Allí, sacaron las siguientes conclusiones:
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El mapa de Europa volverá a ser como era antes de la Revolución Francesa de 1789. Como si no hubiera pasado nada. Así, Polonia desaparece al ser engullida por Prusia y Rusia. Rusia se queda Finlandia, y Austria se queda el norte de Italia.
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Tanto el liberalismo (contrario al absolutismo) como el nacionalismo (que puede desembocar en la creación de nuevos países que escapen al control del absolutismo) serán combatidos a muerte.
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Por idea del zar Alejandro I, se crea un gran ejército aliado en el que hay tropas rusas, prusianas y austriacas. Esta liga militar se llama Santa Alianza y será la que declare la guerra a liberales y nacionalistas.
3.2) Liberalismo y nacionalismo
El liberalismo nace de las revoluciones antiabsolutistas norteamericana y francesa, y reivindica los ideales ilustrados: soberanía nacional, monarquías constitucionales (poder del rey limitado) y libertades individuales (política, de expresión, de asociación, religiosa, económica, etc.) Por ser un movimiento antiabsolutista, se le consideraba entonces revolucionario.
El nacionalismo proclama que hay que defender a la nación por encima de todo. Nace también de la revolución francesa y su defensa del territorio ante los intentos de invasión extranjera. Hay dos tipos de nacionalismo:
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Irredentista: trata de incluir varios territorios con características comunes dentro de un solo país, por ejemplo, el italiano o el alemán.
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Separatista: trata de separarse de un país al que pertenece alegando características diferenciadoras, por ejemplo, el griego o el belga.
4) Oleadas revolucionarias liberales y nacionalistas de 1820, 1830 y 1848
4.1) 1820:
Las ideas ilustradas acerca de la libertad del individuo se engloban ahora bajo el paraguas del liberalismo. Esta doctrina bebe de numerosas fuentes (Bill of Rights, Constitución de Estados Unidos, Constituciones de la Revolución Francesa, Código Civil Napoleónico, Constitución Española de 1812, etc.) pero el denominador común es el ansia de libertad política, civil y económica.
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Revoluciones liberales:
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España: el coronel Rafael Riego, se alza en 1820 contra el absolutismo de Fernando VII, a quien exige que jure la Constitución de 1812. El movimiento triunfa y el rey tiene que jurar la Constitución, pero tres años más tarde un ejército francés (los Cien Mil Hijos de San Luis) entra en España para derrotar a los rebeldes y devolver el país al absolutismo.
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Otras revoluciones se dieron en Portugal, Nápoles, Piamonte y Rusia.
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Revoluciones nacionalistas: Grecia se independiza del Imperio Otomano (guerra 1821-1830). Aunque el Congreso de Viena es antinacionalista, sus miembros, esta vez, ayudan al nacionalismo griego por ser un pueblo cristiano sometido a un imperio musulmán.
4.2) 1830
Se producen grandes avances en algunos países:
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España: en 1833, muere Fernando VII. Isabel II es su heredera, pero solo tiene tres años, de forma que su madre María Cristina ocupa la regencia. María Cristina es absolutista de corazón, pero se da cuenta de que, sin ayuda de los liberales, su hija nunca podrá reinar, de manera que accede a gobernar junto a los liberales, lo que supone el fin, de una vez por todas, del Antiguo Régimen en España. Sin embargo, los absolutistas no se dan por vencidos y se agrupan en torno al infante don Carlos, hermano de Fernando VII, defensor del absolutismo y pretendiente a la corona. Estos se enfrentan a los liberales en las muy sangrientas Guerras Carlistas, la primera de las cuales tuvo lugar entre 1833 y 1840, con triunfo de los liberales.
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Por otra parte, en Bélgica estalla la revolución nacionalista y consiguen la independencia de Holanda. En Irlanda hay otra revolución nacionalista contra el dominio inglés, pero fracasa.
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Francia: El proceso revolucionario más importante. Carlos X es un ferviente partidario del absolutismo, y, ante la presión de los liberales, decide recortar libertades. Con las ordenanzas de Saint-Cloud (julio de 1830) queda suprimida la libertad de prensa, y se excluye a la burguesía de las votaciones. Se produce un alzamiento popular y Carlos X es derrocado. Es el último Borbón que reinó en Francia. Los revolucionarios eligen como rey a Luis Felipe de Orleáns, un miembro de la nobleza ilustrada que había integrado el club de los jacobinos durante la Revolución de 1789. El hecho de haber ascendido al trono a través de una revuelta le hizo merecer el apodo de 'Roi citoyen' (rey ciudadano) o 'Roi des barricades' (rey de las barricadas) por parte de los monarcas absolutos europeos, que contemplaban con horror cómo Francia volvía a las andadas. Ese mismo año se promulga una constitución de carácter liberal, inspirada en la de 1791.
El propio Luis Felipe I tuvo que vérselas con movimientos antimonárquicos como el de 1832, retratado magistralmente por el escritor Víctor Hugo (hijo de un general napoleónico) en su obra Los Miserables.
4.3) 1848
En esta tercera ola revolucionaria los ideales liberales se hallan cada vez más afianzados e incluso se pedirán reformas de carácter ampliamente democrático, como el sufragio universal masculino. Esta ola afecta a la mayoría de países europeos. Los nacionalismos también van a tener protagonismo.
Revoluciones de carácter liberal:
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Francia: aunque Luis Felipe I era un rey liberal y constitucional, la crisis económica, financiera y política se cebó con él y con ciertos giros autoritarios en su gobierno. François Guizot, el jefe de gobierno, prohibió el derecho de reunión, por lo que la gente comenzó a celebrar banquetes públicos para poder reunirse y discutir sobre política. Cuando el gobierno prohibió también estos banquetes, los republicanos se alzaron y Luis Felipe I tuvo que abdicar, entonces se proclamó la república liberal, una de cuyas primeras medidas fue el sufragio universal masculino.
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Confederación Germánica: fue el estado que sustituyó al Sacro Imperio Romano Germánico tras su disolución durante las guerras napoleónicas. En el caso alemán, las reivindicaciones liberales se mezclan con las nacionalistas: el pueblo desea libertades civiles, pero también la unión de los distintos principados y regiones de habla alemana. El parlamento, reunido en Fráncfort, redactó una constitución que no fue aceptada por los príncipes, de raigambre absolutista. Este mismo parlamento planeó la creación de un Imperio Alemán con el rey de Prusia como emperador, pero este rechazó la corona ofrecida por el Parlamento, al considerar que solo otro rey podía ofrecerle la corona. Esto también es un rasgo de la personalidad absolutista de los monarcas.
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Austria: Se produjo una violenta revolución en Viena que propició la caída del canciller Klemens von Metternich, absolutista y antiliberal, y que fue el principal impulsor del Congreso de Viena. El nuevo emperador, Francisco José I, reprimirá duramente las revoluciones y firmará un buen número de sentencias de muerte. Al año siguiente, en 1849, promulga una constitución muy centralista y que asienta su poder, pero los brotes liberales y nacionalistas en las diferentes regiones del imperio sacudirán constantemente su reinado.
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Estados Italianos: en la región de Piamonte (norte de la Península Itálica) se van a dar reivindicaciones liberales por parte de la burguesía y la dinastía reinante, los Saboya, va a proclamar una constitución liberal. Pero las mayores convulsiones van a tener carácter nacionalista y se dan en dos vertientes: por un lado, las regiones del norte, bajo dominio austriaco, quieren sacudirse ese yugo (irredentismo), y, por otro, los pueblos de habla italiana comienzan un movimiento aglutinador.
Revoluciones de carácter nacionalista:
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Imperio Austriaco: húngaros, checos e italianos del norte protagonizan movimientos independentistas.
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Estados alemanes: movimientos aglutinadores entre los diversos pueblos de habla alemana.
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Estados italianos: como ya se ha dicho, las regiones de habla italiana que pertenecían al Imperio Austriaco quieren independizarse, y, a la vez, hay movimientos aglutinadores entre los pueblos de habla italiana. El núcleo de acción es el reino de Piamonte, en el norte.
En principio, los ejércitos comunes de los países participantes en el Congreso de Viena van a ahogar todas estas revoluciones en sangre, pero se han conseguido algunas reformas y las ideas siguen vivas. El Antiguo Régimen tiene sus días contados, y alemanes e italianos están decididos a dar forma a sus respectivas naciones unificadas. Además, los movimientos obreros se organizan por fin. Es precisamente en 1848 cuando aparece publicado el Manifiesto Comunista, de Karl Marx y Friedrich Engels.
5. Unificaciones de Italia y Alemania
Italia y Alemania son dos países jóvenes: es a finales del siglo XIX cuando se configuran como naciones. Son dos ejemplos de nacionalismo irredentista, aunque en el proceso también se hallaron envueltas la lucha entre liberales, moderados, absolutistas, etc.
5.1) Las bases del nacionalismo
Las características comunes pueden ser muy variadas, pero siempre hay tres que están presentes:
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La lengua
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La religión
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La burguesía comercial, porque siempre es más fácil vender productos en países grandes y unidos.
Pero un movimiento nacionalista, para poder consolidarse, necesita apoyo de una potencia exterior que pueda ver algún interés en el proceso. Fue el caso de la Francia de Napoleón III, que vio la posibilidad de romper el equilibrio europeo del Congreso de Viena ayudando a los brotes nacionalistas. Así, pensaba que, al constituirse la nueva nación italiana con su ayuda, obtendría nuevos territorios en compensación.
5.2) La unificación italiana (1848-1870)
La herencia común de los diversos países de la Península Itálica eran la lengua italiana, el pasado glorioso del Imperio Romano y la religión católica. Por otra parte, regiones de habla italiana en el norte estaban ocupadas por Austria, por lo que el odio al invasor también actuó como acicate de este movimiento que popularmente se conocía como Il Risorgimento.
Al principio, se propusieron tres modelos de unificación:
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Republicano y democrático: con los activistas Giuseppe Mazzini, periodista, y Giuseppe Garibaldi, revolucionario por vocación. Proponían un país democrático y con profundas reformas sociales.
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Neogüelfo: bajo la dirección del político y sacerdote Vicenzo Gioberti. Eran monárquicos y católicos y querían que Italia fuese una confederación de estados liderados por el Papa.
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Piamontés: basado en unificar Italia en torno al poderoso estado septentrional del Piamonte, bajo la monarquía moderada de los Saboya. Este modelo resultaría el triunfador, guiado por el rey Víctor Manuel II y el hábil parlamentario conde de Cavour.
La unificación definitiva comienza en 1859, cuando, con apoyo de Napoleón III, se crea el Reino de Italia tras arrebatar a los austriacos sus posesiones en el norte de la península, que se incorporan al Piamonte. En 1860, el Reino de Nápoles, al sur, que había sido conquistado por los rebeldes "Camisas Rojas" de Garibaldi, es cedido al Piamonte, pues, ante la perspectiva de una guerra civil entre Piamonte y Garibaldi, este decide evitar el derramamiento de más sangre italiana.
Francia, a cambio de la ayuda, obtiene Niza y Saboya.
En 1866 se produce la anexión del Véneto, en poder austriaco, al Piamonte. En esta empresa, los italianos fueron ayudados por Prusia, que estaba entonces en guerra contra Austria. Por fin, en 1870, Roma es anexionada, con gran disgusto del Papa Pío IX, pues desaparecen los Estados Pontificios, e Italia es ya una nación unida de norte a sur bajo el rey Víctor Manuel II. Aún quedarán zonas en el norte (Trento, Trieste) bajo poder austriaco que los italianos siguen reclamando, es la Italia Irredenta, y será nuevo objetivo bélico en la Primera Guerra Mundial.
5.3) Unificación alemana (1864-1871)
La herencia común es el idioma alemán, el longevo Sacro Imperio Romano Germánico (SIRG) y la Liga Hanseática, una federación comercial y militar que existió en la zona del Báltico en la edad media.
Francisco II, último emperador del SIRG, decidió suprimir el título imperial para que no fuera usurpado por Napoleón, de manera que el Imperio pasa a denominarse Confederación Germánica, con capital en Fráncfort y bajo control austriaco. En Fráncfort existía un parlamento que propuso unificar Alemania nombrando emperador a Federico Guillermo IV, a la sazón rey de Prusia, pero este rechazo tajantemente la corona ofrecida por el Parlamento, pues en su mentalidad no era posible que este nombrara o quitara reyes. A partir de aquí, hay dos modelos de unificación:
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Bajo control austriaco (la Gran Alemania)
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Bajo control prusiano (la Pequeña Alemania), que será el que finalmente se imponga
La unificación alemana tiene una diferencia fundamental con la italiana: mientras esta fue hecha de abajo arriba, por el pueblo en armas y nombrando al final a Víctor Manuel II como rey constitucional, aquella tiene carácter autoritario: es hecha desde el poder sin la participación del pueblo.
En Prusia el canciller era Otto von Bismarck, inteligente estadista, quien maniobró muy hábilmente para que la unificación alemana se diera en torno a Prusia y dejar fuera a Austria.
En 1864, Bismarck declara la guerra a Dinamarca, pues al sur de este país existían dos ducados, Holstein y Schleswig, cuya población era mayormente de origen germánico y los quería incorporar a Prusia. Bismarck convenció a Austria para cooperar en esta guerra y repartirse al final los ducados, pero en 1866, derrotados los daneses, Bismarck no cumple lo pactado y se queda Schleswig y Holstein. Austria, humillada, prepara su venganza.
En 1866, comienza la guerra austro-prusiana. Bismarck ya contaba con esto y sabía que el ejército prusiano era superior al austriaco. La guerra fue muy breve (se la conoce también como la Guerra de las Siete Semanas), Prusia vence y se convierte en potencia dominante en Centroeuropa, mientras que Austria queda fuera de la futura unificación alemana.
Ahora, el taimado Bismarck contempla como en la zona de Baviera, al sur de Alemania, la influencia francesa es muy grande. Para evitar posibles injerencias de este país, planea la guerra contra Napoleón III, pero le falta una excusa. Para lograrla, no dudará en emplear artimañas subrepticias, como la manipulación de un telegrama del rey de Prusia, para lograr que Francia le declare la guerra y aparezca como el enemigo a batir. Entre 1870 y 1871 se desarrolla la guerra franco-prusiana, con victoria total de Prusia. Este país se anexiona las regiones francesas de Alsacia y Lorena y Napoleón III fue depuesto por sus súbditos, que proclamaron la III república. Será el último monarca de Francia.
En 1871, Guillermo I de Prusia se proclama emperador (káiser) de Alemania unificada... en el palacio de Versalles. La humillación a Francia es total, y su enemistad con Alemania durará hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, más de 70 años después.